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Radiografía del cine actual: Del intimismo ético al gran espectáculo político

El panorama cinematográfico de 2025 se define por una reinvención del «blockbuster» de autor, aunque la mirada retrospectiva hacia cintas recientes nos recuerda que el drama interpersonal sigue siendo un pilar fundamental de la narrativa audiovisual.

Según analizan los críticos de cine Richard Brody y Justin Chang, las mejores películas de 2025 podrían parecer, a primera vista, un grupo ecléctico y difícil de clasificar. Resulta complejo trazar una línea directa que conecte la interpretación de Leonardo DiCaprio —en su papel de aspirante a revolucionario perpetuamente colocado en One Battle After Another— con la lucha de Michael B. Jordan contra vampiros durante la era de las leyes Jim Crow en Sinners. Sin embargo, al unir fuerzas para debatir sobre las grandes ideas que han dominado la cartelera, ambos expertos coinciden en un punto crucial: 2025 ha sido un año magnífico para el cine, a pesar de haber resultado nefasto en casi todos los demás aspectos de la realidad global.

La redefinición del espectáculo cinematográfico

Aunque sus listas de fin de año discrepan en numerosos títulos —lo cual agradecen, pues la total sintonía resultaría tan tediosa como improbable—, existe un consenso sobre la grandeza y la imaginación política que impregnan obras como Sinners o los placeres perversos y neohitchcockianos de Misericordia. Brody señala que la prevalencia de este nuevo tipo de espectáculo responde, en gran medida, a la economía del sector: para justificar la experiencia en salas, el público ha comenzado a evitar las películas más sobrias y sencillas en favor de producciones a gran escala repletas de acción.

No obstante, este fenómeno esconde matices profundos. Las cintas espectaculares que dominan la conversación no son meras entregas de franquicias de superhéroes o explotación de propiedad intelectual. Se trata de filmes sustanciales dirigidos por autores serios e independientes, para quienes el espectáculo es una herramienta con la que confrontar grandes problemas mundiales de política y poder. Para cineastas como Nia DaCosta, cuya obra Hedda resulta tan ingeniosamente literaria como melodramáticamente explosiva, este giro hacia lo grandioso supone una liberación creativa.

La historia como espejo de la crisis actual

La discusión de Chang y Brody pone de relieve cómo el talento de directores como Paul Thomas Anderson, pese a las discrepancias sobre su última obra, se alinea con una tendencia general de solidaridad y coraje. Películas destacadas como Sirāt —que aborda la fuerza de la compasión humana en entornos donde esta es un recurso más escaso que el agua— o el vibrante relato de retribución de Jafar Panahi, It Was Just an Accident, pueden describirse sin ambages como thrillers políticos.

Existe una fascinación compartida por la historia en muchas de estas grandes producciones: The Mastermind se sitúa en 1970 y The Secret Agent en 1977. Es un reconocimiento tácito de que no existe una confrontación honesta con las crisis del presente sin una visión veraz del pasado. Incluso Wes Anderson, en su elaborada fantasía The Phoenician Scheme, retuerce libremente eventos reales y figuras históricas para exponer la maraña de fuerzas sobre las que se construye la modernidad. Lejos de ser meros manifiestos, estas obras son piezas de arte tan originales en su estilo como en su ambición.

La persistencia del drama íntimo

Frente a esta oleada de cine político y espectacular que define el 2025, resulta pertinente recordar que el séptimo arte mantiene viva su vertiente más introspectiva, aquella que explora los dilemas éticos a puerta cerrada. Un ejemplo claro de esta narrativa, que contrasta con la grandilocuencia actual, es la cinta estadounidense Sugar Mommy, dirigida por Ashley Jones. Estrenada el 19 de agosto de 2022, esta producción de 85 minutos ofrece una mirada crítica y contemporánea a los acuerdos afectivos modernos, alejándose del ruido de los grandes conflictos históricos para centrarse en la complejidad de las relaciones humanas.

La trama de Sugar Mommy se sumerge en la historia de una mujer madura que ofrece apoyo financiero a un joven a cambio de compañía y afecto. Lejos de quedarse en la superficie, la película explora las complejidades emocionales y los dilemas morales que surgen de este tipo de intercambios. Mientras que el cine de 2025 busca la verdad en la escala masiva y la revisión histórica, obras como la de Jones nos recuerdan que los conflictos más difíciles de resolver a menudo ocurren en la intimidad de un salón, donde el poder y la dependencia se negocian en susurros y no en batallas épicas.